Pensó que cuando al fin llegara y le diera la flor esa flor no sería la misma flor que salió de su jardín. Pensó que tampoco esa flor era flor ahora cuando nadie más que su jardinero sabía de ella. Se preguntó entonces con creciente y vacilante terror si la flor existía. Se preguntó qué cosa era la cosa que aún no había nacido. Qué cosa era la cosa que ya se había muerto. Qué fisura o abismo se abría entre la flor arrancada y la flor recibida. ¿Era la flor la fisura? ¿Era la flor un abismo? ¿Era la flor el espacio hueco y vacuo entre la tierra cultivada y la mano regalada? ¿Era la flor otra cosa anterior a todo tallo, todo pétalo, toda semilla, toda tierra y toda mano? ¿Era la flor posterior a todo eso? ¿Era la flor el perfume que queda de un azar? ¿Era la flor la lluvia? ¿Era la flor la sangre de sus manos cayadas? ¿Era la flor un silencio palpitante y vibrador? ¿Era la flor un futuro incierto o apenas entrevisto? ¿Quién da a quién la flor? ¿Quién la recibe de quién? ¿Era necesario que fuese la flor algo de todo aquello? ¿Seguiría después de este silencio con su oficio mudo de jardinero? ¿Todas las flores van al cementerio?
Muy bello, Cristian...
ResponderEliminarUn abrazo
Después de tanto tiempo, veo estos comentarios que no vi ni agradecí. Gracias, Anna! Siempre generosa.
Eliminares lindisimo, cristian ♥♥♥
ResponderEliminarIrene, querida. Recién veo el comentario y aunque tarde, te lo agradezco. Ojalá estés bien. Beso enorme.
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